Anoche vi una película que aunque ya había visto muchas veces me hizo reflexionar sobre el poder y la influencia de la moda en las personas, consecuencias positivas y negativas a la hora de invertir en productos de moda.
En Confesiones de una compradora compulsiva (película de hace ya unos años...) vemos que la protagonista, Rebecca Bloomwood, es una periodista que aspira a trabajar para la mayor revista de moda a la que ha venerado siempre. Se encuentra con el problema de admitir que es una compradora compulsiva. Compra y compra sin parar porque le hace parecer feliz y, sin embargo, como ella misma admite, es una felicidad pasajera, algo que se desvanece cuando compra y que siempre vuelve a aparecer. Por eso se encuentra con multidud de deudas y en un estado bastante alejado de la felicidad.

Se encuentra de un día para otro sin trabajo y es escogida para escribir en una empresa que aconseja a la gente sobre cómo ahorrar. Irónico, ¿verdad?
Desde ese momento empieza a escribir en una columna, firmada por un sobrenombre: "la chica del pañuelo verde", sobre el precio de las cosas y su valor. Empieza a leerla muchísima gente y a replantearse si, en este mundo capitalista, compramos porque necesitamos o porque cada vez queremos más por capricho.
(Aquí la vemos rodeada por todos sus zapatos, todas querríamos tantos, ¿verdad?)
Eso es lo que vengo a exponer hoy aquí. La moda, como tantas y tantas cosas en nuestra sociedad, no deja de ser un negocio. Nos animan a comprar cosas que no necesitamos, asegurando que seremos más felices, nuestra vida mejorará, nos sentiremos deseados, etc.
Si en realidad la moda nos hace sentir genial es porque nos hace sentirnos más seguros de nosotros mismos. A muchas personas esto les parecerá una tontería pero en parte es verdad. Nos arreglamos cuando salimos, cuando queremos gustar o impresionar a alguien, es porque la moda forma parte de nuestras vidas... aunque no queramos reconocerlo. Pero, ¿en qué momento la moda deja de convertirse en algo normal para volverse una obsesión?
Todo en su justa medida es bueno, al igual que esta industria. Podemos tener, por ejemplo, muchos zapatos y ser felices, pero en el momento que llegan a pasar a ser más de la cuenta (más de los que necesitamos) hay que preguntarse: ¿en verdad ésto me hace feliz...? Tener más o menos zapatos en tu armario...
Al fin y al cabo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, como todo. A los que nos encanta la moda la vemos como un arte. Un arte plasmado en accesorios, complementos y ropa. Y combinamos las cosas hasta hacer de todo el conjunto algo lo más espectacular posible, no sólo esperamos que lo sea para nosotros sino también para los demás.
Espero que os haya hecho reflexionar un poco sobre el papel de la moda para cada persona y que penséis en términos publicitarios. Animan a comprar, a vender su producto. Y no siempre tenemos que decir "sí, lo compro".
Y eso que yo soy una estudiante de publicidad, hay que ponerse en el lugar de las compañías y de los consumidores siempre... Hasta la siguiente entrada en la que hablaré de la VFNO, ¡a la que asisitiré!
Vir.
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